Una particularidad interesante de los coacervados es que, a pesar de su consistencia líquida, tienen cierta estructura. Las moléculas y las partículas coloidales que los forman no se encuentran dispersas en ellos al azar, sino que están dispuestas entre sí en determinada forma espacial.
En algunos coacervados se puede observar incluso, cuando se les examina al microscopio, ciertas estructuras, pero éstas son muy inestables y sólo duran lo que las fuerzas que han determinado esa disposición de las partículas. Pequeñas variaciones pueden dar incluso origen a que el coacervado se desintegre totalmente en moléculas sueltas, disolviéndose en el medio circundante. Por el contrario, en otros casos el coacervado se hace más compacto, su viscosidad interna aumenta y puede llegar a adquirir un aspecto gelatinoso. En tales casos, la estructura se complica y se hace más estable.
Oparin, A.I. (2013). El origen de la vida. México: Grupo Editorial Tomo, 76.
ISSN 2605-3489