
Los derechos de las mujeres son frágiles, lo describió magistralmente Gemma Lienas en su autobiografía generacional, la de aquellas mujeres que experimentaron el franquismo nacionalcatólico como niñas y jóvenes, abanderaron el feminismo en la transición y se implicaron en la lucha política para institucionalizar los derechos de las mujeres en la democracia. Excepto en el ámbito de las desigualdades económicas —laborales y salariales—, las mujeres gozan en España de posiciones más favorables que en la mayoría de los países de la Unión Europea, según los datos comparativos del índice de igualdad de género. España también aparece en una de las mejores posiciones del ranking de los países más seguros para las mujeres. Sin embargo, el retroceso es tan sorprendente como constatable: la progresiva desaparición de la definición objetiva de mujer en las leyes, la tergiversación e incluso la negación de las bases de la opresión, y la proliferación de un lenguaje que nos oculta para describir nuestros procesos fisiológicos y biológicos (progenitor gestante, cuerpo menstruante, etc.) entre sectores políticos que se autodenominan progresistas.
[Carrasco Pons, S. (coord.), Hidalgo Urtiaga, Muñoz de Lacalle, A., Pibernat Vila, M. (2022). La coeducación secuestrada. Crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación. Barcelona: Ediciones Octaedro, pp. 37-8].
ISSN 2605-3489