
El hombre proponía y el destino decidía, resultando una trayectoria vital escrita con un hilo narrativo de naturaleza dual. Por un lado, el trabajo (la carrera laboral o profesional), como principal hilo conductor de la identidad masculina. Y por otro lado, en estrecha dependencia con el trabajo, la familia (obtenida en función del estatus profesional), como segundo hilo conductor de la condición masculina: pues tu mujer y tus hijos reflejaban y reproducían el poder social que por tus propios méritos habías logrado alcanzar.
Pues bien, nada de esto es ya posible durante la modernidad tardía. Por una parte, las cargas familiares se están aligerando tanto que parecen a punto de desvanecerse. Las mujeres se independizan económicamente, los hijos son educados por el Estado y, sobre todo, los padres-maridos ya no pueden considerarse autores de la suerte que corran ni sus cónyuges ni sus hijos, por lo que ya no se sienten obligados a responsabilizarse de ellos. De ahí que los varones posmodernos se conviertan en maridos desertores y padres ausentes. (Gil Calvo, E., 1997. El nuevo sexo débil. Los dilemas del varón posmoderno. Madrid: Editorial Temas de Hoy, p. 194)
ISSN 2605-3489