
Parece suficiente, en resolución, desde el punto de vista de la sociedad política o de la sociedad de mercado, para hablar de libertad política o de libertad de mercado, el que exista una multiplicidad de partidos o una multiplicidad de bienes respectivamente, así como también una demanda social efectiva (solvente, no sólo intencional) y diversificada. Uno de los más brillantes descubrimientos de las sociedades democráticas de mercado pletórico es el de la creación de las condiciones para la libertad hacia el uso o consumo de bienes particulares ofrecidas por este mercado (trajes, viajes, drogas, etc.); pero sobre todo, la oferta y la demanda para el uso o consumo de los cuerpos, mediante la promiscuidad sexual o el incremento de la vida sexual de parejas en cambio permanente; un uso o consumo que, aunque no sea directamente mercantil (por ejemplo, en el contexto de la prostitución), tiene incidencias inmediatas en el mercado de bienes o de servicios relacionados con la industria cosmética y cirugía plástica, con las salas de fiestas, con el turismo, con la alimentación, con las bebidas… Con estos intercambios, los jóvenes y menos jóvenes entran en su mayoría de edad dotados de programas y planes de libertad infinitos: viajar a ciudades elegidas entre cientos, establecer relaciones sexuales, no ya con una pareja sino con decenas de parejas sucesivas, adquirir bienes de mercado fungibles, etc. (Bueno, G., 2004, Panfleto contra la democracia realmente existente. Madrid: La esfera de los libros, p. 198).
ISSN 2605-3489