
Mucho antes de que existiera la palabra pesimismo, existió aquello que expresa. En la Ilíada se dice; “Nada hay más miserable que el ser humano”. De Hesíodo […]: “Lo mejor es no hacer nacido o, si ya se ha nacido, volver a irse muy pronto”. Tales declaraba se mantenía célibe por amor a los niños. […] Aristóteles preguntaba: “El hombre, ¿qué es?”, y respondía en sentido muy Schopenhaueriano: “Un monumento de flaqueza, una presa del momento, un capricho del azar. El resto es fango y bilis”. El comediógrafo Menandro agregó: “El más feliz es aquel que muy pronto abandona la feria de la vida. […]”, En siglo III a.C vivía en Atenas un hombre al que a modo de apodo se le dio el nombre de Pesitanatos [El que persuade a morir]. […] El título de uno de sus escritos por Cicerón era: Apocarteron, uno que ya no puede soportar la vida y se mata por el hambre. La civilización occidental comienza con los alegres griegos….” [Marcuse, L. (1956). Pesimismo. Un estado de la madurez. Buenos Aires: Editorial Leviatán, p. 13.]
ISSN 2605-3489