El pesimismo no puede cambiar la realidad

¿Por qué encuadrar entonces al pesimismo y a su sucedáneo actual en la implantación gnóstica
de la conciencia filosófica? Sencillamente por su reconocimiento de entrada, que le define
íntimamente, de ser incapaz de modificar los condicionantes que operan sobre el ser humano.
En este caso, la voluntad es invencible, nada podemos hacer ante ella más que adormecerla
mediante el arte, o intentar una suerte de «salvación individual» de nuestro ego esférico,
subjetivo, haciendo más dinero, adquiriendo nuevas habilidades sociales o mudándonos a otras
latitudes no contagiadas del feminismo ni del pensamiento woke, que todo lo inunda
inevitablemente en Occidente. Porque contra la Matrix generada por las élites, dirán estos
sedicentes coaches de la Manosfera, nada podemos hacer. En este sentido, aunque el
materialismo histórico reconocía que los condicionantes históricos son los que imponen los
límites a los seres humanos de lo que pueden conseguir o no en cierta época, son los propios
humanos los que pueden, al menos a la escala colectiva, transformar esas condiciones,
estableciendo los cauces necesarios para ello. En cambio, para el pesimismo tanto filosófico
académico como filosófico mundano, nada puede cambiarse, estamos condenados a la
extinción, y mientras ello suceda, lo único que cabe hacer es intentar vivir nuestra vida
individual de la forma más digna posible.

Rodríguez Pardo, J. M. (2024). El pesimismo, Filosofía de nuestro tiempo.

Revista MetábasisNº 18, p. 85.

revistametabasis.com

ISSN 2605-3489

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