
La significación práctico-política de la Filosofía la pondríamos, primariamente, en el punto en que ella colabora a la construcción de las mismas unidades políticas […] de las conciencias personales, en tanto que estructuras esencialmente históricas, en tanto que no son simplemente “conciencias individuales” psicológicas, sino universales, lógicas. A través de esta reducción lógica, la Filosofía incorpora al campo de su consideración crítica a los propios políticos prácticos, y en el momento en que el político práctico decide amordazar cualquier tipo de crítica procedente de la perspectiva filosófica, se hace enemigo de la Filosofía y la refuta de la única manera que cabe refutarla: como la refutó Justiniano en Atenas, cuando, hacia el año 529, clausuró las escuelas filosóficas. [Bueno, G. (1970). El papel de la filosofía en el conjunto del saber. Madrid: Editorial Ciencia Nueva, pp. 278-9].
ISSN 2605-3489