Azar y necesidad

«Pero supongamos que la máquina estudia ahora otro tipo de objeto: una colmena de abejas silvestres, por ejemplo. Encontraría evidentemente todos los criterios de un origen artificial: estructuras geométricas simples y repetitivas del panal y de las células constituyentes, por lo que la colmena sería clasificada en la misma categoría de objetos que las casas de Barbizon. ¿Qué pensar de este juicio? Sabemos que la colmena es «artificial» en el sentido que representa el producto de la actividad de las abejas. Mas tenemos buenas razones para creer que esta actividad es estrictamente automática, actual pero no conscientemente proyectiva. Además, como buenos naturalistas consideramos a las abejas como seres «naturales». ¿No hay pues una contradicción flagrante al considerar como «artificial» el producto de la actividad automática de un ser «natural»? […]

Además y sobre todo, examinando abeja tras abeja, el programa observará que la extrema complejidad de su estructura […] se encuentra reproducida en todos los individuos con una extraordinaria fidelidad. Prueba segura de que estos seres son los productos de una actividad deliberada, constructiva y del orden más refinado. La máquina, sobre la base de tan decisivos documentos, no podría más que señalar a los oficiales de la NASA marciana su descubrimiento, en la Tierra, de una industria mucho más evolucionada que la suya»

Monod J. (1970). El azar y la necesidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la Biología Moderna. Barcelona: Seix Barral, 18-9.

«El programa, en contrapartida, deberá registrar el hecho de que la estructura de un ser vivo resulta de un proceso totalmente diferente en cuanto no debe casi nada a la acción de las fuerzas exteriores, y en cambio lo debe todo, desde la forma general al menor detalle, a interacciones «morfogenéticas» internas al mismo objeto».

Monod J. (1970). El azar y la necesidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la Biología Moderna. Barcelona: Seix Barral, 21-2.

«Poseemos hoy la solución de este problema. Los constituyentes universales que son por una parte los nucleótidos, y por otra los aminoácidos, son el equivalente lógico de un alfabeto con el que estaría la estructura, o sea las funciones asociativas específicas de las proteínas. Con este alfabeto puede por lo tanto ser escrita toda la diversidad de las estructuras y de las performances que contiene la biosfera. Además, es la reproducción, ne varietur, en cada generación celular del texto escrito bajo forma de secuencia de nucleótidos en el ADN, que asegura la invariancia de la especie.

La invariante biológica fundamental es el ADN. Por este motivo la definición, por Mendel, del gen como portador invariante de los rasgos hereditarios, su identificación química por Avery (confirmada por Hershey) y la elucidación, por Watson y Crick, de las bases estructurales de su invariancia replicativa, constituyen sin ninguna duda los descubrimientos más fundamentales que hayan sido hechos jamás en biología».

Monod J. (1970). El azar y la necesidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la Biología Moderna. Barcelona: Seix Barral,  117-8.

 

revistametabasis.com

ISSN 2605-3489

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