Pero después de todo me queda la sospecha, de que la cuestión de si son dos individuos, o uno, cuando las cabezas son dos, y uno el corazón, acaso cae sobre un supuesto falso. Acaso, digo, siempre que son dos las cabezas, son dos los corazones. Martino Weinirich, Autor que no he visto, sino citado en Paulo Zaquias, fue el único que dio en el pensamiento, de que, siendo dos las cabezas, es necesario ser dos los corazones. Impúgnale Paulo Zaquias con las historias de tres monstruos, en cada uno de los cuales eran dos las cabezas, y único el corazón. Pero yo pretendo, que estas historias nada prueban, entretanto que no nos consta, que el examen de la unidad del corazón se haya hecho con toda la delicadeza, que cabe en la pericia Anatómica; porque el que a la simple, y común inspección el corazón parezca uno, nada convence.
Fúndome en el examen que hizo Mr. Lemeri de un monstruo bicípite, nacido en París el día 15 de Marzo del año 1721. Este, aunque con dos cabezas bien distintas, y separadas, no tenía más que dos brazos, y dos piernas, &c. pero el pecho era más ancho, y abultado, que debiera ser en correspondencia a una sola cabeza. Abierto, se hallaron dos espinazos, inmediatos uno a otro, que proseguían así hasta el Coccix; el cual, aunque exteriormente parecía único, bien reconocido, se vió estar duplicado. El corazón a la vista no era más que uno, y aun se puede decir, que examinada su cavidad, no representaba ser más que medio corazón, porque no tenía más que un ventrículo, sin septo medio, que le dividiese, ni en todo, ni en parte. Con todo, el sabio Anatomista, que hizo la disección, formó juicio resuelto, y firme de que eran dos corazones incorporados, y como confundidos en uno. Su gran prueba fue la duplicación del tronco de la aorta, y del de la arteria pulmonar; de modo, que de un lado salían dos troncos de aortas, y del otro dos de la arteria pulmonar, evidentemente destinados a repartir la sangre a dos fetos confundidos en uno. En los pulmones había también su confusión. Mirados a bulto, parecían una entraña sola; pero examinados con cuidado, se reconocía ser dos; ni podía ser otra cosa, ya por recibir dos arterias pulmonarias, ya por ser basas de dos tráqueas. Omito otras particularidades, que no son del caso para el asunto en que estamos, y que se hallan individuadas con mucha extensión en las Memorias de la Academia Real de las Ciencias del año 1724.
Mucho me inclino a que si en todos los monstruos bicípites se hiciese la disección con toda la exactitud, que observó Mr. Lemeri, en todos se hallarían dos corazones; a lo que me mueven las siguientes reflexiones. Lo primero, porque esto es más natural, y lo contrario más monstruoso. Es más natural, digo, que en un complejo, donde hay dos cabezas, haya dos corazones; y el juicio se debe hacer por lo más natural, siempre que lo contrario no consta con certeza. Lo segundo, por haberse observado tal vez en otros miembros menos nobles de semejantes monstruos la duplicación, registrándolos con cuidado, aunque a la vista se representaba uno solo. Ulises Aldrobando refiere, que el año de 1610 en el territorio de Pistoya nacieron dos infantes unidos, de los cuales uno, según lo que se ofrecía a los ojos, no tenía más que una pierna; pero tentándola con diligencia el Cirujano, reconoció en ella los huesos correspondientes a dos piernas. En el monstruo bicípite de Nortumberland, de que hablamos arriba, hiriendo cualquiera de las dos piernas, sentían el dolor, como allí notamos, ambas cabezas; de que se infiere, que debajo de un tegumento común había dos piernas, una correspondiente a una cabeza, otra a otra. El monstruo de esa Ciudad ofrece otra prueba de lo mismo, pues la división desde el codo en dos brazos, y dos manos, muestra que el intervalo, desde el hombro al codo, en que se representaba un brazo sólo, había las venas, arterias y nervios correspondientes a dos brazos; porque si no, ¿cómo pudieran bajar al resto las correspondientes a dos brazos, y dos manos? De que es natural colegir el hueso, desde el hombro al codo, también duplicado.
Lo tercero, porque el modo más natural, y aun acaso único, de explicar la formación de esta especie de monstruos, es por la conglutinación de dos fetos, la cual pudiendo hacerse de innumerables maneras diferentes; esto es, conglutinándose tales, o tales miembros, y quedando separados tales, o tales, de aquí resulta la variedad de ellos; pero es consiguiente a dicha formación, que en cada uno de tales monstruos (a lo menos por lo común) existan todos los miembros correspondientes a dos individuos, unos conglutinados, otros divididos.
Feijoo, B. J. (2018). Respuesta a la consulta sobre el infante monstruoso de dos cabezas, dos cuellos, cuatro manos, cuya división por cada lado empezaba desde el codo, representando en todo el resto exterior, no más que los miembros correspondientes a un individuo solo, que salió a luz en Medina-Sidonia el día 29 de Febrero del año 1736. Y por considerarse arriesgado el parto, luego que sacó un pie fuera del claustro materno, sin esperar más, se le administró el Bautismo en aquel miembro. Revista Metábasis, Nº 1, 70.1.
ISSN 2605-3489