Añadiremos que «Choc» era de sexo femenino, y, sin duda, vio en nuestra muchacha un macho de grajilla. El comportamiento de «Choc» no ofrecía lugar a dudas a este respecto. La llamada regla inversa, según la cual los animales de sexo femenino se sienten más atraídos hacia los varones y los machos hacia las mujeres, no vale en absoluto para las aves, ni siquiera para los papagayos, en relación con los cuales se ha afirmado repetidamente su validez. Así, por ejemplo, otra grajilla, ésta macho, comprada ya crecida, se enamoró de mí y me trataba en todos los aspectos como si yo fuera una grajilla hembra. Empleaba horas en tratar de convencerme para que me introdujera, reptando, en la cavidad que había escogido para anidar, y que sólo medía unos pocos decímetros. De manera semejante, un gorrión, que había experimentado una análoga fijación sobre seres humanos, quería inducirme ¡a meterme en el bolsillo de mi propia chaqueta! Aquel macho de grajilla resultaba especialmente molesto cuando trataba de cebarme con los, para su gusto, mejores bocados.
En todas estas maniobras había conseguido interpretar la boca humana como la abertura anatómica de ingreso del alimento, lo cual no deja de ser sorprendente. Lo hacía completamente feliz cuando abría mis labios hacia él, imitando los sonidos con que los de su especie solicitan alimento. Esto representaba para mí un gran sacrificio, porque no había llegado hasta el extremo de que me gustara recibir en la boca gusanos de la harina trinchados y mezclados con saliva de grajilla. Es comprensible que no siempre me mostrara dispuesto a corresponder a las solicitudes del ave; pero en tal caso debía vigilar mis oídos, porque, sin saber cómo, me encontraba el conducto auditivo lleno hasta los tímpanos de papilla de gusanos. En efecto, las grajillas introducen profundamente el alimento, con la lengua, hasta el esófago de la hembra o de las crías. Pero este macho de grajilla, ansioso de cebar, utilizaba mis oídos sólo cuando le negaba la boca, y, desde luego, siempre intentaba primero utilizar ésta.
Lorenz, K. (1987). Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros.
Barcelona: Labor, 71-3.
ISSN 2605-3489