Una relación tan estrecha implicaba un trato que iba más allá de lo académico. Un alumno de doctorado le escribía en 1959 que «Hay algo de humano en Vd. que se desborda del simple catedrático». El filósofo Gustavo Bueno (1924), que no fue alumno en sus clases, pero que consideraba a Montero su maestro «fuera de ellas», mantuvo una escasa relación epistolar con él después de establecerse como catedrático de Filosofía en la Universidad de Oviedo en 1960. No obstante, el ejemplo de su antiguo profesor siempre fue influyente en su quehacer intelectual, como le confesaba años más tarde:
Independientemente del aparente alejamiento en que vivo respecto de Vd., sigue Vd. siendo para mí lo que fue siempre: mi maestro y consejero, una referencia inexcusable («haz esto como si D. Santiago te viese», me he dicho muchas veces), un hombre a quien mi respeto aumenta con el tiempo.
Núñez Seixas, X. (2012). La sombra del César. Santiago Montero Díaz, Una biografía entre la nación y la revolución. Granada: Editorial Comares, 191-2.
ISSN 2605-3489